El hombre en general vive entrampado en estos espejismos….busca afuera lo que en realidad debería buscar adentro suyo. Y así va por la (o las ) vidas llevándose toda serie de frustraciones y decepciones esperando una y otra vez que los objetos de sus apegos finalmente le reporten esa felicidad y plenitud que vive depositando en ellos. Pero lo mínimo que puede obtener son placeres, alegrías o satisfacciones momentáneas y circunstanciales. Y justamente por ese carácter efímero y transitorio es que está inexorablemente “orientado” a experimentar una y otra vez el desengaño cuando eso que creía que lo colmaba, vuelve a desaparecer.
También hay un tipo interesante de apego…que es aún más difícil de superar por el ser hmano. Y es el apego al dolor, a las distintas situaciones de carencia, de enfermedad que hacen que se justifique y se autoredima en una posición de desvalimiento permanente. De ese modo puede encontrar alguna gratificación secundaria a través de su pesar por el efecto que genera en los otros (lástima, afecto, atención, cuidados). Y esto es algo peligroso y el que puede aún serle difícil salir en toda una o varias vidas. Aquí el corazón se cierra, se vuelve nihilista y cínico…el hombre pierde toda fe y esperanza en sí mismo y en los otros, y solo encuentra afuera justificación para su dolor, para su resentimiento interior.
Todas estas situaciones, requieren de un profundo proceso de sanación y de ver y comprender todas aquellas maneras en las cuales nos fuimos alejando más y más, a través de situaciones muchas veces dolorosas hasta que a veces el ser humano tiene que experimentar una gran crisis existencial, una pérdida profunda, una depresión, etc. para volver a recuperar su verdad, la verdad del ser.
Solo la recuperacion de la conexión divina amorosa en nuestro interior es lo que nos permite sanar completamente. Solo la presencia de Dios en nuestro corazón nos permite sentirnos íntegros y descansar en paz. Y desde allí podemos a reconocer a Dios en cada uno de los demás seres…y desde allí es que nos damos cuenta que toda era una ilusión, ya nos estamos más separados, ya no necesitamos fantasías o apegos, sino que vivimos a Dios desde dentro y en cada uno de nosotros permanentemente.
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